miércoles, agosto 09, 2006

El problema de tener un corazón grande:

Acompañaba a una señora mayor al médico; le diagnosticaron insuficiencia cardiaca. Ella no entendía que era eso, siempre había evitado ir a los médicos y saber de medicina más de lo necesario. Solo precisaba saber para atender y cuidar a su marido y a sus siete hijos de las enfermedades domésticas. Ahí sí que se había esmerado, porque había una razón: atender a los suyos.

El médico quiso simplificar la descripción de la afección y comenzó: mire, señora, su problema es que tiene el corazón demasiado grande y... Ahí le interrumpió la paciente, no pudo menos de exclamar: pues a mí siempre me han enseñado a tener el corazón grande.

Nos sonreímos el doctor y yo. Y él, emocionado, le fue explicando con cariño los síntomas y los remedios que debía realizar. Lo que más le dolió de todo lo que oyó es que no podría hacer, desde ahora, determinadas tareas de la casa.

Era de esas personas, de las que muchas ya nos han dejado, que vivían para los demás, su ilusión era ser útiles a otros, su realización ver destacar a los suyos, su lema: ocultarse por amor a Dios y a los demás.

Decidme: ¿acaso no vale la pena seguir inculcando esos valores en las generaciones futuras?, ¿no es el amor a Dios, el que hace que nos queramos más unos a otros?, ¿qué modelo buscan los que enseñan que Dios está ya superado?, ¿qué entregan a cambio?

Y como esta persona... ¡hay tantas!

Valdría la pena reenfocar nuestro punto de mira para ver aquello que vale la pena y hacer de ello una noticia positiva.

frid

1 comentario:

Anónimo dijo...

26 de julio, día de los abuelos

No tuve la suerte de conocer a ninguno de mis abuelos, por eso de pequeña me gustaba ir a casa de una de mis amigas que en su casa convivían también los abuelos. ¡Y que bien nos lo pasábamos! Hoy, ya he formado una familia y tengo una hija de 18 meses, gracias a Dios tiene la suerte de gozar de sus cuatro abuelos. A pesar de su corta edad, como disfruta cuando la llevamos a casa de los abuelos. Todas las noches antes de ir a la cama llamamos a los abuelos para que hable con ellos, que ilusión le hace cuando los escucha. Con esa voz angelical cuando dice ¡alela!,¡alelo!, como comprenderéis no puede aún pronunciar mejor, pero la veo tan feliz cuando los ve o cuando los escucha, tan pequeña, como capta la ternura, la paciencia, el cariño quizás los caprichos que nosotros no le damos. El Papa en su visita a Valencia, nos ha recordado que los mayores "pueden ser -y son muchas veces- los garantes del afecto y la ternura que todo ser humano necesita dar y recibir. Ellos aportan a los pequeños la perspectiva del tiempo, son memoria y riqueza de las familias". Reconozco que son un tesoro para las nuevas generaciones, por sus testimonios, su transmisión de la fe y de valores, su experiencia en todos los órdenes, son eso "un tesoro infinitamente superior a lo que ofrece hoy la sociedad de consumo", porque nos enseñan con otro lenguaje diferente y con otra visión sosegada de ver las cosas.

Carmen Ramírez Herrera