El verano es para la familia.
Muchos habremos visto la película “las bicicletas son para el verano”, y, de hecho, la buena temperatura y la brisa generada por la bici al pasear hacen de lo más agradable ese medio de transporte; eso sí evitando determinadas rutas que suben más de la cuenta; somos veraneantes, no induraines de la carretera.
Pero también habremos visto con agrado cómo en el verano la familia vuelve a ser lo que era. Los hijos están de vacaciones, los padres acomodan sus planes para disfrutar de los hijos, los amigos hacen planes en los que están presentes los retoños de cada uno. La calle se llena de varias generaciones juntas. Las furgonetas familiares van cargadas de mil cachivaches y de niños.
Es el momento de disfrutar de la dulce cadena de los hijos. No podemos hacer lo que nos da la gana, hay que atender necesidades más perentorias, escuchar a personajes más importantes, aunque alguno todavía no se haya soltado con su lengua de trapo.
En el Val de Arán un grupo de padres, hijos y abuelos, una peña de unos cien, se han puesto de acuerdo en pasar “unas vacaciones en familia”; lo que ha supuesto a todos aguzar el ingenio: acampadas, excursiones en bicicleta, proyecciones de cine familiares, fiestas de cumpleaños, romería de la Virgen Blanca, recorrido de lagos, baño en ibones, paseo en caballo o en mulo, y otras muchas actividades. Objetivo: disfrutar juntos, vivir juntos, conocerse y que los hijos se conozcan.
Pero es que esa no ha sido la única organización que conozco; también la ha habido en León, Cantabria y otros muchos lugares. Y es que la familia, al menos, sí que es para el verano.
frid
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