viernes, agosto 11, 2006

Historia de un autostopista.

El problema del desarraigo familiar:

Viajaba con unos amigos camino al Valle de Arán, íbamos por Roda, donde paramos a ver la Catedral. Fue entonces cuando uno de ellos me contó la historia de un autostopista al que cogió en uno de sus viajes.

El chaval, alemán de algo más de veinte años, le abordó en una gasolinera por si le acercaba a Zaragoza, mi amigo le hizo un hueco y le llevó a otra gasolinera próxima a su destino ya que él no iba a Zaragoza pero pasaba cerca. Y, hablaron. El chaval estaba recorriendo Europa con un saco, una mochila y una tienda portátil, ahora en verano podía hacer ese plan. Mi amigo le preguntó por su familia y es cuando el joven le contó la razón de su viaje. Él vivía con su madre, se había casado con otro hace poco que no era su padre y se había tenido que ir de casa. Se sentía desarraigado y estaba dando ese periplo para aclarar su cabeza. Era muy duro no importar a nadie. ¿Y tu padre? No lo conozco.

Mi amigo, que estaba preocupado porque ese día llegaba tarde a casa, los niños acostados, si bien su mujer le dijo que le esperaba para cenar juntos y charlar, se quedó muy triste, le pidió el e-mail al chaval para poder comunicarse y animarle. Y así lo hizo durante un tiempo hasta que recibió un último e-mail del muchacho en el que le decía que había decidido estudiar filosofía en Alemania y que le agradecía su apoyo y cómo había suplido su falta de familia.

Mi amigo me comentó que tenemos un gran tesoro con la institución familiar, que da arraigo y seguridad a sus miembros y que no entendía cómo el Gobierno no lo veía así y en vez de apoyarla la intentaba debilitar. ¡Dan tanta pena las personas desarraigadas!

frid

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo pase por lo mismo del chaval aleman, si es triste. Pero algo que aprendi que nada ganamos con odiar a esas personas, esto suele suceder cuando no tenemos a Dios en nuestras vidas. Yo opino que es mejor darles un buen ejemplo. Quieran a sus papas, que Dios se los asigno por algo.