Por: Remedios Falaguera
Dice Benedicto XVI al comienzo de su nueva Encíclica "Spe Salvi" que "el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino."
Por ejemplo: ¿a quién no se le revuelve el estomago al leer los repugnantes testimonios que hemos leído en la prensa sobre las clínicas abortistas y sus procedimientos asesinos? ¿Cuanta gente de bien no se enfurece al ver las caras de los pedófilos cuyas redes desmantela la policía cada semana? ¿Quién no se entristece con las noticias de muertes de mujeres por eso a lo que nos hemos acostumbrado a llamar "violencia doméstica"? Y todavía hay algo más: ¿cuántos de nosotros no nos sentimos abrumados al observar la degradación física, educativa y moral a la que abocamos – la mayoría de veces por omisión- a nuestros jóvenes? Pues bien, a pesar de que el mundo está lleno de encrucijadas y dificultades que nos pueden llevar a la depresión o al pesimismo existencial, como lo llaman los entendidos, hoy me he levantado con la intención de buscar algo que me devuelva la ilusión perdida, de reconocer y aceptar al Único que puede recomponer mi corazón hecho trizas e, intentar descubrir a lo largo del día, esos acontecimientos, pensamientos y personas que llenen esa sensación de vacío en el que, desgraciadamente, muchos hombres nos encontramos y buscamos "lo que sea" para escondernos o , lo que es aun peor, huir de nuestras vidas. Y no se cómo, al conectarme esta mañana al correo lo he encontrado!!!! Si, la verdad es que era justo lo que necesitaba: una maravillosa declaración de confianza en Dios, confianza en nosotros mismos y confianza en los demás que me ha llenado de serenidad, optimismo y ganas de dar a los que me rodean de lo mucho que recibo. Se trata de un powerpoint, que bajo el título "LAS PERSONAS SE RINDEN AL CARIÑO QUE SE LES DA" nos narra la anécdota de una madre, que al preguntarle cuál de sus hijos era su preferido, respondió con una gran sonrisa: el hijo predilecto, aquel a quien me dedico de cuerpo y alma... Es mi hijo enfermo, hasta que sane. El que partió, hasta que vuelva. El que está cansado, hasta que descanse. El que está con hambre, hasta que se alimente. El que está con sed, hasta que beba. El que está estudiando, hasta que aprenda. El que está desnudo, hasta que se vista. El que no trabaja, hasta que se emplee. El que se enamora, hasta que se case. El que se casa, hasta que conviva. El que es padre, hasta que los críe. El que prometió, hasta que cumpla. El que debe, hasta que pague. El que llora, hasta que calle. Y ya con el semblante bien distante de aquella sonrisa, completó: El que ya me dejó... ...hasta que lo reencuentre... " Vaya: quien quiera que haya escrito este texto ha dado en la diana. Las personas se rinden al cariño que se les da. Un cariño que brota desde lo más profundo del corazón, un amor tangible que nos convierte en especiales, en privilegiados, en predilectos. De tal manera, que "esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino" se convierte en la columna vertebral de nuestra vida. Porque detrás de cada detalle de cariño, detrás de cada pincelada de confianza, detrás de cada muestra pequeña de ternura,… descubrimos el Amor, con mayúsculas. Un Amor, tan grande y tan asequible para todos, que puede pasar desapercibido sino te empeñas en descubrirlo.
"Nada es más voluble que un corazón de madre. Y, como madre, le respondo:
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