El Dios amor de los cristianos:
Textos de Juan Pablo II
Nos amó tanto que entregó a su Hijo por nosotros en la Cruz: “La mayor prueba del amor de Dios se manifiesta en el hecho de que nos ama en nuestra condición humana, con nuestras debilidades. Ninguna otra razón puede explicar el misterio de la cruz”.
Dios ama a todos: “Dios ama a todos sin distinción y sin límites. Ama a aquellos de vosotros que sois ancianos, a quienes sentís el peso de los años. Ama a cuantos estáis enfermos, a cuantos sufrís de sida o de enfermedades relacionadas con el sida. Ama a los parientes y amigos de los enfermos, y a quienes los cuidan. Nos ama con un amor incondicional y eterno”.
Mis delicias son estar con los hijos de los hombres; Dios no quiere la muerte del hombre... “¿Puede acaso una mujer olvidarse de su pequeño, no compadecerse del hijo de sus entrañas? Aunque ellas se olvidaran, yo no te olvidaría. El amor de Dios es tierno y misericordioso, paciente y lleno de compresión. En la Sagrada Escritura, así como en la memoria viva de la Iglesia, el amor de Dios es ciertamente descrito, y ha sido experimentado, como el amor compasivo de una madre”.
Dios cuida de sus hijos: “Cristo invita a sus oyentes a poner su esperanza en el cuidado amoroso del Padre: ´ No andéis preocupados por lo que comeréis o beberéis; no os preocupéis... Vuestro Padre sabe muy bien que tenéis necesidad de ello. Buscad, más bien, el reino de Dios ´.
La paz viene cuando aprendemos a descansar en la providencia amorosa de Dios, sabiendo que el deseo de este mundo pasa, y que solamente su reino perdura. Poner nuestro corazón en las cosas que duran es estar en paz con nosotros mismos”.
La definición más perfecta de Dios, la reconoce así Santo Tomás de Aquino: “Dios es amor. Por tanto, cada uno puede dirigirse a Él con la confianza de ser amado por Él”.
El amor de Dios es universal: “El amor de Dios hacia los hombres no conoce límites, no se detiene ante ninguna barrera de raza o de cultura: es universal, es para todos. Sólo pide disponibilidad y acogida; sólo exige un terreno humano para fecundar, hecho de conciencia honrada y de buena voluntad.
Eh ahí el Dios de los cristianos. Y esas son las bases del diálogo con culturas y religiones.
(Juan Pablo II; Orar, su pensamiento espiritual, Planeta Testimonio, Barcelona 2000)
jueves, septiembre 21, 2006
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