El sufrimiento es un misterio que muy pocos comprenden. Pero aquellos que lo logran, llegan a ser verdaderamente felices.
A Francisca Valdivieso, mejor conocida como "Kika", la vi por primera vez hace exactamente un año. Ella vive en Santiago de Chile, con su esposo y sus 6 hijos. Desde hace tres años padece la Enfermedad de Crohn.
Hoy quisiera compartir con ustedes las letras que hace poco envió a sus amigos, y en las cuales relata la experiencia que esta enfermedad ha traído para su vida: tres años de un lento calvario, unidos también a un dulce tabor.
«Queridos amigos:
Hace un par de días, Chila me comentaba que admiraba mi capacidad de sobrellevar esta enfermedad.
Yo lo he pensado mucho y he llegado a la conclusión de que los he engañado a todos.
Primero que todo, lo he pasado pésimo estos tres años, mi capacidad de aguantar el dolor físico es cada día menos, y a pesar de estar tomando mis medicinas, estoy buenaza para llorar.
No soy para nada un ejemplo de nada, me he aferrado con dientes y uñas a la vida cotidiana, a poder estar decente cuando estoy con los niños, a no dejar de ser una ferviente esposa, a que haya pan a la hora del té, aunque lleve una semana sin poder levantarme de la cama, a mi querido cajón de la oficina que ya generosamente y con muchísimo sacrificio le cedí a Javiera. Y eso se llama "supervivencia".
Debo reconocerles que cada vez que voy a la clínica tiemblo de terror que pase algo nuevo, y ya no resisto un pinchazo, una sonda o un examen más, no importa si me duela o no, ¡simplemente no quiero!
¡Qué horror!, pensarán ustedes... y fíjense que no es así. Paradójicamente a lo que puedan pensar: ¡Yo soy feliz!
Primero, porque tengo a Dios, que me ha trapeado como ha querido, que me ha podado hasta doler, que aún no me explica el porqué de todo esto, pero que me derrite cuando voy a pedirle explicaciones y Él esta ahí clavado en la Cruz, sin poder siquiera mirarme porque su cabeza cuelga sin fuerzas a medio morir.
¿Cómo no lo voy a amar, si Él está peor que yo, si Él acepto vivir Getsemaní y comprende mi Getsemaní de cada día, si cuando me siento en silencio a acompañarlo, es tan generoso que permite que me vuele pensando en miles de cosas, sin olvidarme de que estoy ahí por Él, y lo más importante, que Él está ahí por mí...? ¡Cómo no voy a ser feliz!
Luego la Virgen María, mi verdadera madre, la que es fuerte, es firme, la que siendo ella una Reina, me pide ayuda para fabricarle rosarios, a mí, que no soy nada, que ni siquiera puedo ver la aguja para poder enhebrar el hilo, y sin embargo me permite tejer esas cuentas con tanto amor. Ella me lo pide, y yo también le pido tantas cosas...
Mi familia, mis hijos, pobrecitos ellos, han vivido tantas angustias, tantas incertidumbres. Cuánto sufren cada vez que no estoy, cómo se las han arreglado. Y, nuevamente, el milagro... ¡¡¡esta es una casa llena de alegría, somos felices!!!
Ustedes mis amigos, que me quieren, que me acompañan, que rezan por mí, no se imaginan cómo los necesito, y no se imaginan lo importante que es para mí que ustedes me necesiten, me encanta ser la mamá del grupo, llevarles alegría, servirlos...
Y ahí está la clave, creo que Dios me ha puesto en esta tierra para servir, pues servir es lo que me hace más feliz, mi vida no tendría sentido si no lo pudiera servir a Él, si no los pudiera servir a ustedes, hay tanto que hacer...
Finalmente, y lo dejo para el final porque es muy importante, las vocaciones. Dios me ha ayudado a entender la generosidad de las almas que le sirven única y exclusivamente. Estoy convencida que así como la oración de muchos que rezan por mí me ha mantenido a flote, tenemos que rezar mucho por las vocaciones, entenderlas, acompañarlas, amarlas... ¡Sólo así tendremos santos sacerdotes!
Les pido que sigan rezando por mí, que me acompañen física y espiritualmente, porque los necesito tanto como necesito a Dios, porque quiero seguir siendo feliz, y sobre todo quiero seguir haciendo feliz a los demás.
Que Dios los bendiga, un fuerte abrazo,
Kika Valdivieso»
Sufrir y ser feliz no están reñidos. Todo depende de ti...
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