lunes, junio 26, 2006

Su camino llevaba arriba, y, al final, a la caza le dio alcance. Nosotros también podremos.

Traigo este testimonio de Josefa porque su lectura nos hará ¡tanto bien! y nos llenará de esperanza para hacer lo mismo en esta época. Podemos ser la continuidad de un modo de vida que vale la pena.

Mujer castellana ejemplar

Se llamaba María Antonia y era de Rollán
(Salamanca). Campesina alegre y sencilla, esta mujer
del pueblo escribía y recitaba poesías. Dulce como
los poetas, tenía alma de apóstol. Con su esposo,
Agustín, compartía las tareas agrícolas para sacar
adelante a sus ocho hijos; su interés por educarlos
cristianamente, disolvía los obstáculos de las labores
agropecuarias, como se derrite la nieve con los rayos
del Sol. Con juegos y cantares, aquellos muchachos
revoltosos aprendían de su madre el catecismo,
mientras recogían todos las gavillas o se divertían
dando vueltas en la parva con el trillo u ordeñando
las vacas. Con pedagogía alegre, les enseñaba la
madre poetisa. Ante este ejemplo, ¿habrá padres que
puedan decir que no saben cómo hablar de Dios a sus
hijos? Me recordaba, María Antonia, a las madres
santas de la Historia (Mónica de Tagaste, madre de San
Agustín; Juana de Haza, castellana y madre de Santo
Domingo de Guzmán...), que se santificaron en el amor
a su marido y en la educación esmerada de sus retoños,
que a ella le salieron alegres y entrañables. En su
entierro ( 23 de junio, festividad del Corazón de
Jesús, su devoción predilecta junto a la Eucaristía y
a la Virgen de Fátima) me embargó una profunda
emoción; no tanto, aunque también, por decir adiós a
una amiga y madre de amigos, cuanto por tener la
impresión de que asistía a la despedida de una santa (
más que encomendar su alma a Dios, se me ocurrió
encomendarme yo a ella). El funeral fue impactante. La
razón me la dio una señora del pueblo: “teníamos que
venir: era una gran mujer y una gran familia”. La
conducción de féretro se convirtió en festiva
procesión: se cantaba por el camino ( con himnos de
alegría, comenzó también su funeral). Con cinco hijos
consagrados, ¿no evoca esta familia a la de Santa
Teresita? Juani (+) fue su primer fruto de santidad.
Los santos son muy distintos y sus formas de
santificación, diferentes; pero se parecen en que
acogen y abrazan la voluntad de Dios. María Antonia
se distinguió por la formación cristiana que supo dar
a sus hijos (catecismo, visita al Sagrario y a los
enfermos ), en lo que participó, acaso sin saberlo,
Agustín, gran admirador de su esposa. Cuando los
padres se apoyan y admiran, ¿ no es verdad que sus
consejos y enseñazas se revisten de mayor autoridad?



Josefa Romo

3 comentarios:

Maggie dijo...

Frid, gracias por traer estos testimonios de gente que han pasado por la vida puede que sin hacer ruido, pero desde luego dejando constancia de su grandeza. A mí me gusta y me produce satisfacción leer este tipo de cosas. Gracias.

frid dijo...

Gracias a Josefa, que desde Valladolid nos anima a los Zaragozanos con este testimonio... y a los que os es de utilidad. Eso es señal de la buena madera que tenéis.

Maggie dijo...

Pues sí, por supuesto, gracias a Josefa también. ¡Pero tenéis que actualizar más a menudo, hombre! ;)

Este tipo de testimonios, como el de abajo, son los que deben reconocer las nuevas y vacías generaciones. Pero no es un problema sólo de España; en Israel la tercera generación está cada vez más alejada de la Shoá, lo consideran algo lejano que no va con ellos, no guardan la memoria de sus antepasados. Una verdadera lástima. :(

Lee el comentario que te dejé en el Baúl, ok?